Scully gozaba de su jubilación como podía, hasta que miró por el telescopio y vio que se acercaban visitantes de otros planetas. Y no parecían muy amistosos…
La vida cotidiana de un jubilado
Cuando Scully soñaba con jubilarse, ¡ni se imaginaba la vida aburrida que le esperaba! Su esposa había fallecido hacía tiempo, sus hijos vivían lejos y no se acordaban mucho de él, sus amigos llevaban mucho tiempo alimentando a los gusanos en el cementerio… En fin, no todo era tan feliz.
Un minuto de gloria para un idiota
El recién jubilado se aburría de tanto ocio, hasta que decidió pasar a la acción: Scully escribió una carta a un periódico en la que contaba su experiencia con los extraterrestres. No es que le creyeran, pero pronto el «amigo» de los humanoides apareció en un programa en el que el presentador hacía preguntas estúpidas a los invitados y se burlaba de ellos ante el público.
Scully tuvo su minuto de gloria. Todo le bastó para un par de semanas, pero luego el aburrido jubilado volvió a buscar aventuras.
La magia del engaño
Un anciano se dedicó a la magia negra. Es más, consiguió un público al que realizaba rituales a cambio de dinero, hasta que la policía llamó a su puerta. El brujo fue acusado de estafa, alegando que no había magia y que, si algo «funcionaba», se trataba de una simple coincidencia.
Scully dejó de hacer brujerías y sus clientes desaparecieron como si nunca hubieran existido. Dos señoras locas volvieron al gran mago y le exigieron que les devolviera su dinero, pero él se hizo el tonto, esperando eludir su responsabilidad. Parece que lo consiguió, porque nadie volvió a visitarlo, excepto un chico que le traía el periódico todas las semanas.
Llegó la hora de excavar
Entonces Scully se aficionó a la búsqueda de tesoros. Rebuscó por toda la ciudad todo lo que pudo, excepto los jardines de los vecinos y los que se encontraban en lugares públicos, ¡ya que las multas por hacerlo eran muy elevadas! Quién sabe, quizá encontraría un tesoro, pero seguro que se haría de una buena suma…
Con la arqueología no hay nada que hacer…
Pero ya no quedaba ningún sitio donde excavar. El excavador no encontró nada más que basura y, sinceramente, perdió las ganas de seguir buscando: ¡por lo visto, ya habían encontrado todos los tesoros!
Por supuesto, en la tierra se conservaba una cantidad considerable de hallazgos arqueológicos, pero intentá llegar hasta ellos: morirás antes si no tenés a mano dos o tres docenas de excavadores dispuestos a trabajar en tres turnos mientras tú investigás los mapas y caminás por el yacimiento con aire inteligente. Bueno, Scully lo había visto en el cine.
¡Qué descubrimiento!
Por fin, al viejo inquieto se le ocurrió la idea de dedicarse a la astronomía. Aunque, por supuesto, ¡esta ciencia no es fácil! Scully intentó aprender los fundamentos, pero tras dar unos pasos en la materia, lo dejó y decidió limitarse a mirar el cielo con un telescopio, lo que, por cierto, también resultó ser muy interesante.
Un día, entre cometas, asteroides y planetas, el aspirante a astrónomo vio platillos voladores que aniquilaban cuerpos celestes con cañones láser. Las naves espaciales se dirigían hacia la Tierra. Scully se apresuró a contar su descubrimiento a todo el mundo, desde sus vecinos hasta el periódico local y el observatorio. Sin embargo, nadie creyó al anciano, que se había ganado una reputación bastante ambigua.
¡Salven el planeta!
Si no hacemos nada, muy pronto los extraterrestres invadirán nuestro planeta. ¿Quizás tú puedas hacer algo? Seguro que tú sabes que el «chiflado» Scully no miente y que la amenaza es real: ¡hay que detenerla cuanto antes!