¡Traicionar a los dioses resultó mucho más fácil que devolverlos! Ahora el sumo sacerdote tiene que resolver un acertijo, pero sin tu ayuda no podrá hacerlo. ¡Ayúdale y el faraón te recompensará con oro de su tesoro!
El triunfo del ateísmo
Hace muchos, muchos años, Egipto estaba gobernado por el faraón Tatimut X, que no creía en los dioses. Al principio abolió las ceremonias, luego las fiestas y, finalmente, suprimió oficialmente las fuerzas superiores. La adoración a los dioses se convirtió en un entretenimiento para las personas aburridas.
Amon Ra y sus divinos hijos tenían la esperanza de que la gente entrara en razón. Esperaron cinco, diez años y, finalmente, abandonaron al faraón y a sus súbditos, que resultaron ser personas extremadamente desagradecidas. Los dioses se retiraron a una ciudad perdida, situada en lo profundo del desierto.
Las siete plagas de Egipto
Tatimut X reinaba en paz hasta que llegó la hambruna. ¡Egipto no estaba preparado para tal giro de los acontecimientos! Y, por si fuera poco, se produjo una plaga que mató a miles de personas…
Los egipcios no podían hacer frente a las desgracias que les acosaban, que caían sobre ellos como de un cuerno de la abundancia. Desesperado, Tatimut X decidió recurrir a los dioses. El faraón ordenó llamar al sumo sacerdote Anakis, que aún vivía en el palacio, y le ordenó que invocara a las fuerzas superiores. El sirviente cumplió su orden, pero no obtuvo respuesta. El sacerdote comprendió que los dioses habían abandonado a un pueblo ingrato.
Súplicas de ayuda
Anakis informó a su señor de que Amón-Ra y otras divinidades habían retirado su protección a Egipto. El faraón se agarró la cabeza, tratando de encontrar alguna salida a aquella situación tan terrible.
Mientras tanto, ordenó a Anakis que rezara todo lo necesario, con la esperanza de que los dioses respondieran a su llamada.
El camino hacia la salvación
El sumo sacrificador hizo todo lo que pudo. Por desgracia, los dioses permanecieron en silencio. Cuando Anakis se acostó, tuvo un sueño en el que un espíritu lo guiaba por el desierto.
La criatura mágica se detenía ante unas murallas de piedra, tras las cuales se alzaban pirámides y palacios. Anakis quiso preguntar qué lugar era aquel, pero, por desgracia, su conciencia abandonó el mundo de los sueños y el sacerdote se despertó y corrió a los aposentos de Tatimut X.
El ayudante mágico
El gobernante se entero de la extraña visión. Anakis solo le pidió una cosa al faraón: que le permitiera emprender el viaje para encontrar ese lugar. El sacerdote parecía saber adónde ir: solo tenía que coger el camello más resistente y mucha agua. Después de pensarlo, el faraón permitió a su siervo emprender el viaje, pensando que sin la ayuda de los dioses no serviría de nada el sumo sacerdote. Como se suele decir, si moría en el desierto, nadie lo lloraría…
Anakis se puso en camino en busca de los dioses a la mañana siguiente. Al cabo de unos días, el sumo sacerdote llegó a un lugar tan remoto que nunca antes había pisado un hombre ni un camello. Parecía que el espíritu que se le había aparecido en sueños seguía guiándolo, pues de otro modo nunca habría llegado a la ciudad de los dioses.
El encuentro con Amón Ra
Apenas el viajero atravesó la puerta, los espíritus se le acercaron volando. El huésped de la ciudad perdida explicó el motivo de su visita. Los espíritus escucharon a Anakis y lo llevaron ante Amón Ra, que vivía en un palacio de oro.
El padre de todos los dioses recibió al sumo sacerdote y se sorprendió gratamente por el deseo de los egipcios de arrepentirse de su traición. Sin embargo, los hijos de Amón-Ra se negaron rotundamente a tratar con los humanos. Los dioses rogaron a su padre que expulsara a Anacis y olvidara la aparición de este hombre en la ciudad perdida.
El enigma de los dioses
Después de pensarlo, Amón-Ra aceptó volver con los humanos si el visitante era capaz de resolver el enigma del glifo dorado. Llevó a Anacis a otra puerta de la ciudad, donde se alzaban dos columnas mágicas con un extraño mecanismo.
El padre de todos los dioses le ofreció jugar, prometiéndole que se haría rico y conocería una parte de la gran sabiduría. Si lo conseguía, Amón-Ra prometió volver y liberar a Egipto de todas las calamidades. ¡Ayuda a Anakis a superar la prueba de los dioses! Harás una buena acción y ganarás mucho dinero…