La anciana Penny amaba mucho a los animales. Un día les regaló la libertad durante todo un día…
Un buen amigo en la vejez.
Penny vivía sola. Ella se aburría pasando los días sin su marido, que había fallecido hacía un par de años, y sin sus hijos, que se habían ido a Dios sabe dónde. Un buen día, decidió adoptar un gatito.
El gato resultó ser el amigo perfecto. Adoraba a su dueña, que lo quería con locura y lo llamaba «hijo». La vida de Penny se volvió mucho más alegre cuando el gato llegó a su casa.
Gatitas lindas y chismes maliciosos
Pasado un tiempo, la madre se dio cuenta de que su hijo se sentía solo sin compañía de otros como él. Compró un simpático gatito peludo. El pequeño enseguida se hizo amigo de su nueva compañera y, al cabo de un tiempo, ella dio a luz a un gatito blanco. Es inexplicable cómo es posible que el niño no se parezca ni a su madre ni a su padre, pero, por otro lado, intenta entender todas estas bromas de la madre naturaleza, que a veces hace cosas tan extrañas que te dejan boquiabierto. Por ejemplo, cómo se le ocurre crear a alguien como un ornitorrinco, y luego miles de científicos se preguntan lo mismo: ¿para qué?
Mientras tanto, entre los vecinos corrieron rumores de que Penny se había vuelto loca y quería tener un centenar de gatos. Los chismes indignaron a la anciana hasta lo más profundo de su alma. Podía ser cualquier cosa, menos una loca de los gatos, como esas ancianas que aparecen en las noticias de la noche.
¡Conoce a este simpático perrito!
Penny adoptó un cachorro para añadir variedad a su reino felino. El perro no fue muy bien recibido: los demás se dieron cuenta enseguida de que, tarde o temprano, el pequeño perro salchicha crecería y empezaría a perseguir a todos los demás a su antojo. Sin embargo, el pequeño gatito blanco se hizo amigo rápidamente del cachorro, ya que tenía una visión de la vida mucho menos pragmática que sus padres. Y luego los mayores aceptaron al cachorro en su manada, pensando lógicamente que era mejor ser amigos ahora y siempre, que sufrir las consecuencias dentro de un año, cuando el perro creciera.
La bondadosa mamá quería a sus mascotas con todo su corazón. Les compraba juguetes y adornos que los animales llevaban con orgullo para mostrar al mundo lo mucho que los adoraba su dueña. Sin embargo, la madre no dejaba a sus hijos salir del patio, por lo que sus mascotas solo podían presumir ante sus compañeros que vivían en el vecindario.
Libertad para nuestros hermanos menores
Cierto día, Penny organizó un Día de las Mascotas. La anciana quería darles total libertad, limitada únicamente por su casa, como gesto de buena voluntad. Penny creía que todos los seres vivos merecían al menos un poco de libertad, siempre y cuando no infringieran la ley, no votaran a los demócratas y no lucharan por los derechos de los negros.
La anciana se fue a visitar a una amiga y dejó a los animales en casa todo el día. Al regresar por la noche, casi sufre un infarto al ver lo que habían hecho nuestros hermanos menores…
Regreso a la pesadilla
Cada calzado estaba mordido, probablemente obra de un cachorro que miraba a su dueña con ojos llenos de amor. El papel pintado de las paredes estaba arañado por los gatos, ¡quién si no! Ciertamente, fueron ellos quienes arrancaron los cuadros que colgaban de la pared y convirtieron el sofá, la cama y la costosa mesa de madera noble en un rascador.
Las sábanas de la cama estaban rotas. La tapicería del sofá se había convertido en un trapo del que sobresalía el relleno y, en algunos lugares, se veían los muelles. Las flores que Penny había dejado en la ventana antes de irse yacían ahora en el suelo. Sus mascotas habían conseguido volcar el televisor, que había caído con la pantalla hacia abajo. En resumen, era una auténtica pesadilla…